El río Miño, a su paso por Lugo, está siendo escenario de una situación que inquieta tanto a expertos como a administraciones: la creciente presencia del cangrejo rojo americano, una especie invasora que ha comenzado a extenderse de forma notable en sus aguas. Aunque de momento no se ha detectado que estos crustáceos estén provocando un daño inmediato a la fauna local, su sola aparición en este ecosistema ya es motivo de alerta.
Según las primeras observaciones, estos ejemplares han sido vistos en diferentes puntos del cauce lucense, especialmente en zonas donde el agua es más tranquila y con abundante vegetación. Lo que más llama la atención a los biólogos es que, en las capturas realizadas hasta ahora, los cangrejos no presentaban alimento en el estómago, un comportamiento inusual para una especie caracterizada por su voracidad. Este detalle hace pensar que su adaptación al nuevo entorno podría estar en una fase inicial.
El cangrejo rojo americano es conocido por su capacidad de colonizar rápidamente hábitats de agua dulce y desplazar a especies autóctonas como el cangrejo de río europeo. Además, puede generar desequilibrios en el ecosistema al alimentarse de vegetación acuática, insectos y huevos de peces. Por este motivo, su presencia en el Miño activa todas las alarmas en materia de gestión ambiental.
Desde las autoridades medioambientales se trabaja ya en planes de seguimiento y control para determinar el alcance de esta población y evitar que se expanda río abajo. Técnicos especializados están llevando a cabo muestreos periódicos para conocer la densidad de ejemplares y estudiar sus posibles rutas de llegada. Una de las hipótesis que se baraja es que el cangrejo haya llegado al Miño a través de trasvases ilegales o liberaciones por parte de particulares, algo que está prohibido y que puede acarrear sanciones.
El caso de Lugo no es aislado: otras cuencas fluviales de Galicia y del resto de España ya han tenido que enfrentarse a este problema, con resultados desiguales. En algunos lugares, el avance de la especie fue imparable; en otros, la actuación temprana permitió frenar su expansión. En este sentido, los expertos insisten en la importancia de la colaboración ciudadana para avisar de avistamientos y no manipular ni trasladar ejemplares.
El reto ahora es doble: proteger la biodiversidad del Miño y, al mismo tiempo, evitar que esta especie invasora se convierta en un problema irreversible para la fauna y flora del río.
Fuentes:
El Progreso
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